En la vida de cualquier metalhead serio hay una educación sentimental que no empieza con libros, sino con portadas. Cruzarse por primera vez con la cruz invertida de Black Sabbath, el Eddie de Iron Maiden, la cuchilla de British Steel, el puño metálico de Painkiller o el puño rojo de Kill ’Em All te marca casi tanto como los propios riffs.
Rock: 101 Iconic Rock, Heavy Metal & Hard Rock Albums (Palazzo /Gemini Books Group 2020) intenta precisamente encapsular esa epifanía visual y sonora en un solo volumen. El planteamiento de su autor, Paul Elliot, es sencillo: un recorrido cronológico por 101 discos esenciales de rock duro, heavy y hard rock, desde los pioneros de los años setenta hasta bandas contemporáneas como Mastodon o Lamb of God.

La sinopsis editorial ya lo deja claro: se trata de una panorámica de cómo el género nace con los “padres fundadores” (Black Sabbath, Deep Purple, Judas Priest), se dispara a la corriente principal con Iron Maiden, Metallica o Mötley Crüe y sigue mutando en incontables subramas, del death y el speed al grindcore y el hair metal.
Elliot no es un recién llegado al circo. Empezó a escribir sobre rock en 1985 para Sounds y ha pasado por cabeceras tan influyentes como Kerrang!, MOJO, Q, Vox, Metal Hammer o Classic Rock, además de firmar libros sobre AC/DC y biografías de figuras del entorno rockero.
Esa trayectoria se nota en el tono: cada entrada combina datos duros, contexto histórico, recepción, influencia con pequeñas anécdotas de estudio y carretera que evitan que el texto suene a simple ficha de catálogo.
Visualmente, el libro juega en la liga de los coffee-table books pensados para exhibirse en el salón: tapa blanda de gran formato, maquetación limpia y abundancia de imágenes. La editorial lo define como “una reseña ilustrada de los álbumes más esenciales y pesados del metal y el hard rock”, con portadas icónicas y fotografías de archivo que refuerzan la sensación de estar hojeando una galería de altares laicos del género. La propia cubierta, salpicada de artes de Rainbow, Deep Purple, Metallica, Motörhead, Iron Maiden, Judas Priest, Boston y compañía, ya adelanta el tipo de canon que propone el autor.
El gran acierto de Elliot es entender que la palabra clave aquí no es “mejores”, sino “icónicos”. No pretende levantar un ranking definitivo ni establecer verdades absolutas, sino trazar una narrativa de cómo ciertos discos se convirtieron en puntos de referencia culturales. Eso le permite mezclar clásicos indiscutibles con obras que quizá no sean las más extremas ni las más “true”, pero sí las que abrieron puertas a nuevas audiencias o redefinieron la imagen pública del género.
Cada álbum recibe un texto relativamente breve, pero bien enfocado. No hay espacio para análisis musicológicos exhaustivos, sino para lo que un buen periodista rockero debe saber destilar: qué aportó el disco en su momento, por qué sigue importando hoy, y cómo encaja en la evolución general del metal y el hard rock.
El resultado es especialmente útil para lectores jóvenes o para quienes se acercan al género desde fuera: en un par de páginas entiendes por qué Paranoid, Number of the Beast o Master of Puppets son algo más que nombres que se repiten en camisetas y listas de “lo mejor de…”.
Como guía de iniciación, el volumen funciona casi perfecto: la estructura cronológica permite seguir cómo el sonido se va endureciendo, cómo el metal se fragmenta en subgéneros cada vez más extremos y cómo el hard rock más melódico convive con propuestas mucho más abrasivas. La presencia de etiquetas como death metal, speed metal, grindcore y hair metal en la descripción editorial indica que Elliot se preocupa por cubrir al menos los troncos principales del árbol.
¿Dónde cojea? En el mismo lugar donde cojea casi cualquier intento de canon occidental: la mirada es muy angloamericana. El foco recae sobre todo en Reino Unido y Estados Unidos, con el añadido inevitable de ciertas bandas europeas que hace tiempo cruzaron esa frontera mental (Scorpions, Accept, quizás Helloween), pero el peso de escenas como la latinoamericana, la escandinava más extrema o la asiática parece, como mínimo, secundario. Eso no invalida el libro, pero sí conviene tenerlo en mente: estamos ante una historia del metal contada desde el eje Londres–Los Ángeles, no desde los márgenes.
Otro punto a discutir es que, al limitarse a 101 títulos, el criterio de selección siempre va a generar ausencias dolorosas. Es parte del juego: abrir el libro con colegas y empezar el clásico “¿cómo es posible que no esté este disco?” forma parte del encanto. En ese sentido, Rock: 101 Iconic Rock, Heavy Metal & Hard Rock Albums funciona tanto como herramienta de consulta como detonante de conversaciones (y discusiones) entre fans.
(Reel tomado de @gardenofpearl)
En términos de estilo, Elliot mantiene un equilibrio interesante entre la devoción del fan y la distancia del crítico. Se nota el respeto absoluto por el material no hay cinismo gratuito ni ganas de “derribar ídolos”, pero tampoco idealiza todo lo que toca. Cuando un disco es importante por motivos extramusicales, lo explica; cuando su relevancia es puramente estética o sonora, también. Esa honestidad lo aleja del tono promocional y lo acerca más al ensayo divulgativo, aunque sea en formato comprimido.
En resumen, Rock: 101 Iconic Rock, Heavy Metal & Hard Rock Albums no es la última palabra sobre el metal ni pretende serlo. Es, más bien, una puerta de entrada privilegiada: un mapa general muy bien trazado, escrito por alguien que lleva décadas respirando amplificadores y tinta de revista, y envuelto en un diseño que invita a volver a sus páginas una y otra vez. Para un lector veterano será un volumen de consulta y un bonito objeto de coleccionista; para alguien que acaba de descubrir este universo, puede convertirse en el manual que le marque el camino hacia cien discos capaces de cambiarle la vida. Perfecto para regalar a ese amigo que pregunta “¿por dónde empiezo con el heavy metal?” … y para tener a mano en la mesa del salón, listo para la siguiente sesión de debate, cerveza en mano.
