No sé si fue por compromiso, por locura o porque en serio me impactó aquel disco, que escribí mi primera reseña. De grindcore era un ignorante y de mezcla o composición, mucho más, pero Yohenrry, aquel bajista para nada delgado, medio desconocido y tronco de confianzudo, me insistía en que «coño Junior, escribe algo ahí, lo que tú pienses del disco; algo sencillo, no muy largo, no tiene que pa ser Metal Hammer…»
Como era de esperar, no lo fue, pero aquel texto en Opía Magazine me valió para adentrarme en la música de su banda, Sex By Manipulation, y descubrir que aquel camagüeyano era uno de los frikis más quemados —y quemadores— de Cuba entera. Porque Yohenrry, que lo mismo escribe una canción pervertida que sube un meme inapropiado o te abraza hasta sacarte el aire, es de ese tipo espontáneo de gente que te cae bien de gratis, y que suda carisma en vivo. Su estampa en el Ciudad Metal, gritando improperios y tocando entre una espiral de frikis en movimiento, figura entre lo más memorable del fest y de mi top personal de conciertos.
Un viejo friki me dijo una vez, al hablar de metal extremo, que las bandas más brutales nacían en el Oriente de Cuba. Escéptico como siempre y en la burbuja habanera, lo dudé, y hoy le doy algo de crédito. Yohenrry y Sex by… son, definitivamente, brutales, pero en una forma diferente. Lo suyo no es lo oscuro, lo misterioso o lo purulento. Lo suyo es el relajo. El más puro, brutal y extremo relajo.