
¡Soy un tipo afortunado! He podido dedicarme a trabajar en lo que me gusta y ello me ha permitido adquirir grandes amistades. Una de ella me llamó desde Estados Unidos el pasado viernes para preguntarme si el sábado siguiente yo tendría tiempo para permanecer en casa durante varias horas. Le respondí que sí, pero para qué, pues no imaginaba las razones de tal interrogante.
«Asere, para comprarte una entrada online a la transmisión de Back to the Beginning, el show de despedida de Black Sabbath. Lo van a pasar por streaming. En cuanto tengas el ticket, te doy tu contraseña para que te echas el concierto desde la casa».
Confieso que no me lo podía creer. Black Sabbath ha sido uno de mis grandes ídolos. Yo había podido decírselo a Ozzy cuando estuvo en Cuba y lo entrevisté en El Submarino Amarillo, uno de esos momentos maravillosos que atesoro en mi carrera periodística, pero presenciar un concierto en directo de la banda que me voló la cabeza mientras era estudiante de la Escuela Especial para Ciegos “Abel Santamaría”, ya no estaba en mis aviones.
Por eso, a la hora indicada, me encontraba sentado ante mi PC, debidamente amplificado. Para no perder tiempo en preparar comida, temprano en la mañana me compré un pan de los de 130 pesos, tenía en casa un paquete de perritos del que a lo sumo consumiría dos y para completar el menú, adquirí en los bajos de mi vivienda tres jugos de cebada marca Cristal (¡consuma el producto nacional!). Por suerte, la conexión proporcionada por Nauta Hogar en el área en que vivo funciona bastante bien y en el momento en que me habían orientado, contraseña mediante, entré a la transmisión de Regreso al Principio sin el menor problema.
A partir de ahí, por varias horas disfruté de un concierto sencillamente impresionante. Imagínense, en el listado de nombres que acudieron a rendirle tributo a Black Sabbath estaban entre otros Mastodon, Rival Sons, Ántrax,Halestorm, Lamb Of God, Jack Black, Alice in Chains, Pantera, Tool, Slayer, Guns N’ Roses y Metallica. Esto era algo así como un verdadero todas las estrellas de las Grandes Ligas del metal.

Pero además de este listado de nombres gloriosos, los asistentes al concierto y los que como yo lo seguimos por streaming, pudimos deleitarnos con dos “bandas de estrellas”, donde participaron decenas de músicos famosos que no habían sido anunciados inicialmente, para que la sorpresa fuera mayor. Nuno Bettencourt, el ya mencionado Tom Morello, nuestro compatriota Rudy Sarzo, Chad Smith, Steven Tyler y Andrew Watt fueron algunos de los que decidieron que no se perderían el homenaje a los cuatro miembros de Black Sabbath, es decir, el guitarrista Tony Iommi, el baterista Bill Ward, el bajista Geezer Butler y el vocalista Ozzy Osbourne, también conocido como The Prince of Darkness.
El lugar elegido para el tributo fue Villa Park, el estadio del Aston Villa, en Birmingham, porque Ozzy Osborne quiso que la despedida fuera en la ciudad donde nació el grupo allá por 1968, bajo el nombre de Earth, luego rebautizado como Polka Tulk Blues Band, hasta que en 1969 adoptó el apelativo con el que pasarán a la historia. De aquellos tiempos iniciales, los amantes de la agrupación grabamos discos como Black Sabbath, Paranoid (ambos de 1970) y Master of Reality (1971), trabajos que fueron un éxito entre la fanaticada de la época y que posicionaron a la banda como pionera de un estilo que, con los años, daría entrada al heavy metal y más recientemente, al metal como género independiente.
Con producción de Tom Morello, el afamado guitarrista que nos visitara con propósito del concierto de Audioslave en el Protestódromo y que ahora se encargó de la curaduría del Back to the Beginning, fueron varios los momentos de altísima emoción durante esta suerte de festival. Uno de los instantes que en lo personal más disfruté fue cuando Steven Tyler hizo una electrizante versión de ese clásico setentero que es «Whole Lotta Love», original de Led Zeppelin y que hace más de cuarenta años aprendí a tocar nota por nota.
Mientras me deleitaba con las sucesivas intervenciones musicales, acompañado del menú que previamente había preparado y degustaba el frío jugo de cebada, pensaba en el hecho de que los vínculos de Black Sabbath con lo cubano son más profundos de lo que muchos imaginan. En un gesto de osadía, el Birmingham Royal Ballet de Inglaterra estrenó hace un par de años una obra basada en el grupo de Tony Iommi y Ozzy Osbourne, que incluye sonido ambiente tomado de un show en vivo con público argentino. Ello fue gracias a una idea del director de la compañía, nuestro compatriota Carlos Acosta. Creo que solo a un cubano se le podía ocurrir eso de hibridar ballet y heavy metal en un mismo escenario. Para la gente que no pone la mente a volar, tal unión es una amalgama extraña y nada recomendable.
Me habría encantado que a la par que el pinareño Carlos Acosta convencía a Tony Iommi de que asistiera por vez primera en su vida a una función de ballet, le haya comentado también que aquí, en Cuba durante los años setenta, cuando Black Sabbath revolucionaba el rock y daba origen al heavy metal, unos cuantos adolescentes y jóvenes no hacíamos el menor caso a los que nos criticaban por adorar al cuarteto que, entre otras cosas, era acusado de satanismo y de ser reflejo de la decadencia del capitalismo. Infelices tontos los que pensaban de semejante modo.
Pero hay más. En Black Sabbath – The Ballet se involucraron varios cubanos y así, junto a Carlos Acosta estuvo el talentoso coreógrafo Raúl Reinoso, mientras que el muy conocido artista visual Alexandre Arrechea se hizo cargo de la escenografía. Estoy seguro de que para Arrechea, el desafío fue “entender las raíces de Black Sabbath”, pues si mi cabeza sigue funcionando más o menos bien, me parece que antes de emigrar de Cuba, Alexandre nunca le descargó ni mucho ni poco a Ozzy y su tropa.
Sin apenas darme cuenta, han pasado las horas y se acerca el final de la jornada. Por supuesto, los encargados del cierre son los integrantes de Black Sabbath, esos señores setentones que durante sus vidas cometieron todos los excesos que uno se pueda suponer, pero que ahora están en el Back to the Beginning para corroborar aquello de que los viejos rockeros nunca mueren. Cuando Ozzy (me imagino que vestido absolutamente de negro como siempre solía hacer) apareció en una plataforma levantada en el proscenio del escenario y sentado en una especie de trono, que sería trasladado hasta donde le esperaban Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward, la locura fue total.

«Nos ha llevado 57 años llegar a la Villa, y lo hemos logrado. De vuelta al principio», dijo Ozzy antes de que la música comenzara a brotar por los altoparlantes. Nuevamente escucho esos temas largos, lentos y letárgicos que se quedaron en mi memoria desde que los oí por primera vez en los setenta en un aula de terapia musical. Suenan piezas como “Iron Man”, cuya primera estrofa aún recuerdo:
¿Ha perdido la cabeza?/ ¿Puede ver o está ciego?/ ¿Puede caminar en absoluto?/ ¿O si se mueve se caerá?/ ¿Está vivo o muerto?/ ¿Tiene pensamientos en su cabeza?/ Lo pasaremos por allí/ ¿Por qué debería importarnos?/ Se convirtió en acero/ En el gran campo magnético/ Donde viajó en el tiempo/ Por el futuro de la humanidad/ Nadie lo quiere.
Ahora pienso que cuando Osbourne estuvo en El Submarino Amarillo, mi amigo Ramón Navarro preguntó por la posibilidad de un concierto en Cuba de Ozzy o de Black Sabbath y su respuesta fue: “¿Tocar aquí? No sé… Lo que quiero es venir a vivir al país. Esta es mi primera vez en Cuba y es fantástica. Uno se siente seguro aquí, es realmente genial, si lo sabía hubiera venido antes. Realmente lo estamos pasando muy bien acá.”
Por supuesto, nada de eso se llegó a concretar. Por lo pronto, al menos yo conservo el fuerte abrazo que Ozzy me dio en aquella visita suya a La Habana y haber podido disfrutar, aunque fuese por streaming, del suceso cultural que ha representado el Regreso al Principio. Como diría ese hermano que fue Santi Feliú, una vez más tengo que gritar: “Gracias a la vida que me ha dado tanto…, no obstante, ¡necesito dinero!”.
(Este texto fue publicado originalmente en la revista El Caimán Barbudo