En un concierto de cuarenta minutos, se hacen doscientas o trescientas fotos, de las cuales al final, terminas salvando una docena. Hay fotos oscuras y quemadas, hay difusas y movidas. Hay decentes, y hay desastres. Con buen ojo, suerte, luz, de vez en cuando aparece «la foto»: esa que uno ansía tomar desde el minuto uno y por la cual valdrá la pena el calor, el correteo y los empujones.
La foto que uno busca es la foto que transmite emoción, la que cuenta una historia, la que habla por sí misma. A veces no es bueno el encuadre, el enfoque o el fondo, pero algo te dice que es esa, y no otra, la que vas a escoger de primera.
De todas las fotos de anoche, me quedo con Lili Ojeda sonriendo, en su regreso al escenario, mientras suena el tributo a Ozzy Osbourne. Ayer, en el Maxim Rock, se respiró nostalgia.