
Foto: Michel Hernández
Mientras sonaba «Keep on rockin’ in the free world», los músicos de Extraño Corazón se subían al escenario para presentar su nuevo disco Himalaya. La antesala era una perfecta metáfora de la música y de la carrera de la banda. Neil Young dejó de escucharse en la pantalla, pero la esencia de la canción permanecería durante cerca de dos horas en el escenario. Antes de la música y del simbolismo, Javier, el director y vocalista, me invitó a conversar un poco del disco y de la banda. Estaba sentado con mi madre cerca del escenario y la llamada me tomó de sorpresa, aunque ya estaba sobre aviso.
Me invitó, en resumen, por la amistad que hemos profesado desde que un día, de algún año, nos conocimos, entrevista mediante, y de los puntos comunes que compartimos sobre la vida y la música se comenzó a fraguar el respeto, el cariño, la amistad. Para Javier las respuestas de esa unión y del regreso de la banda las dicta el universo. El universo entonces quería que yo estuviera ahí. Que estuviera, por alguna razón que no descifro a fondo, en el lugar y el momento correcto.
Los músicos que pisaban el escenario no creo estuvieran conscientes del simbolismo que representan para mi generación. Luis Pastor, Roberto Fajardo, Longa y Yadira, que desde los 90 nos alertó con las «Confesiones de jockey» y nos avisó sobre el «País de cristal».
No cabía un alma en el Submarino Amarillo. Esa era la mejor respuesta a las canciones y la trayectoria de Extraño Corazón. Antes de la música, del whisky y de «El regreso de Jessie Rainbow», hablé del significado contenido que tenía para mi compartir en concierto con estos artistas. Hablé de los conciertos con que la banda ponía a reventar los teatros en los años 90 y hablé también de mi generación, una palabra que solo puede pronunciarse con el significado del dolor. Hablé también de Tiago Felipe, que como productor llevó Himalaya a cumbres notablemente elevadas dentro del rock nacional. Y lamenté la ausencia de prensa en un hecho tan relevante para la música cubana. Ni un solo periodista interesado en conocer al menos qué sucedía o podía suceder en aquella tarde presentada por Guille Vilar.
La banda repasó sus clásicos, con nuevos y veteranos músicos. Christopher Simpson enfatizó en la sonoridad country de la agrupación y en las letras que esencialmente dialogan con la libertad, ese sello distintivo de la banda. Y Steinar, el guitarrista, le imprimía un sello de universalidad al grupo.
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Antes habían ensayado en casa de Keko, el vocalista, en el humilde corazón de la Dionisia, en Plaza de La Revolución. “Somos un barrio lleno de músicos, ingenieros, artistas, pero somos también un barrio insalubre”, me dijo una señora cuando le pregunté sobre la ubicación dela casa de Keko en camino a los ensayos. Su casa era una oda a la libertad creativa. Las guitarras estaban en medio de la sala. En un rincón un músico practicaba en soledad con el contrabajo. Yadira, en el pequeño patio, conversaba sobre Paisaje con Río mientras “Agapito”, un extraordinario manager y productor la interrogaba con atención. La cantante recordó su desaparición de la escena durante una etapa de su vida, de las insólitas pruebas que debió pasar para volver a cantar y de un nuevo futuro lejos de la música que nos entregó.
Javier quería convertir el regreso en un hecho de creación colectiva, de transformación, de justicia para la banda y para su público. Invitó tras unas canciones a Yadira y se volvieron a escuchar las canciones de Paisaje con Río aunque en verdad siempre han estado ahí, presentes, en cualquier parte del mundo donde viva un cubano que haya tenido la oportunidad de crecer con esos temas grabados primero en cassetes, luego en discos y después divulgados en Internet. Yo los comparto a cada rato para compartir la memoria, para recordar aquello de que me siguen los pasos y me acecha el espejo. Yadira cantó junto a Luis Pastor, el primer cantante de Paisaje. Y el resto de los músicos que se sumaron a esta travesía movida por los resortes insobornables de la memoria.
Luis luego recordó su trabajo con la banda Jottábich e interpretó uno de los temas con que este grupo presentó un discurso propio dentro del rock y la canción de autor.
Keko y Javier en escena son la misma persona. No es para menos. Más de 30 años en los escenarios, en las noches, en el delirio y el whisky. Javier confesó sus expectativas con el concierto y reconoció el apoyo de todos en todas las orillas para que fuera posible. Mencionó también las injusticias de las divisiones y agradeció la disquera Bis Music por apoyar la grabación de este disco. Himalaya es uno de los fonogramas más redondos y orgánicos del rock que se han grabado en los últimos 20 años en Cuba. Tanto de forma independiente como en las disqueras oficiales.
Tras el concierto, el simbolismo, el regreso de Jessie y el recordatorio del espejo, el naufragio y y el acecho, el público se acercó a tomarse fotos con Javier y los músicos. Ya no sonaba «Keep on rockin’ in the free world». Pero el ambiente se parecía a la canción y la esencia del himno se mantuvo en las canciones de Extraño Corazón y en lo que representan. Se mantiene además en el significado este nuevo disco, Himalaya, que contra todos los pronósticos ha traído de regreso a la banda a los escenarios cubanos, donde deben permanecer hasta que lo dicte el universo.
Pero en este caso no solo debemos dejar al universo la posibilidad de que Extraño Corazón y Paisaje con Río, en cualquier lugar donde estén sus músicos, vuelvan a obrar el milagro de la presentación en ese país tan duro y frágil como el bakara.