Sofía Guilarte no cree en maldiciones, hombres lobos o lugares imposibles. Por eso abre la noche en el Maxim Rock y parece no temer que su grupo se enfrente a una audiencia que muchas veces emana escepticismo.
El Mundo de Sofía es un nombre en el que no cabe lo que este power trio es capaz de hacer en directo; y hasta yo —que algo de su música había escuchado— me dejé engañar por su versión más ligera. Así, lo que algunos pudieron imaginar como una apertura popera, se convirtió en un recital de cuerdas que hizo mover par de melenas, pese a la poca afluencia de público.
Si algo admiro de un grupo, aún cuando su estilo no es el mío, es el hecho de darlo todo, así sea para cuatro gatos. Y Sofía, a quien muchos no perdonan su cambio desde Okulary, sabe que el sueño del rock se defiende a dentelladas. También lo saben Henry y Viktor, sus compañeros de lucha. Su misión es la misma. Crear, grabar, innovar, tocar. A toda costa. Aunque todos no lo entiendan. Aunque algunos no lo aplaudan.