No llegan a los 24 años, se producen su música entre ellos y organizan un fest en un mes. Su sonido en vivo es caótico, descaradamente amateur, y atraen a más de cien personas aunque apenas se conocen en La Habana. Se hacen llamar Genders, Handrail, Hana, El Joel, Breed y Land Whales, y su mezcla de punk con grunge, de indie con shoegaze, parece brotar de la nada y capturar nuevos adeptos.
A su ruido conjunto lo llaman Human Noises, y así aparecen en la cartelera del sábado en el Maxim. Se visten con batas, pelucas y ajustadores, como desafiando aquella etiqueta de que el rock cubano no hace show. Algunos suenan verdes, porque aún lo están, y otros simulan romper las guitarras. Uno se corta al tocar y sangra en sus cuerdas, otros gritan y ensordecen a la audiencia, y desde abajo, increíblemente, la gente hace una hardcore apta para adolescentes.
Se hacen llamar Genders, Handrail, Hana, El Joel, Breed y Land Whales; y quizás mañana no estén, porque el futuro es incierto y la vida, corta. Pero al menos por esa noche —en las tres horas y pico que dura el Human Noises y donde un montón de caras nuevas hacen su aparición—, Genders, Handrail, Hana, El Joel, Breed y Land Whales existen, y uno tiene la sensación de que una escena ha nacido. Una pequeña, atípica, inmadura y ruidosa escena, que ojalá exista y eche raíces, porque interesante ya está.
Una versión ampliada de este texto y la polémica que generó puede leerse en la revista AM:PM