La niña que está a mi lado vino sola desde no sé dónde, porque hacía mucho tiempo no veía tocar a su banda. No sabe cómo o con quién se irá, pero sí sabe qué quiere ahora mismo. «¡Dark Wings! ¡Dark Wings!», pide en el lapso entre tema y tema —cuando el público exige sus canciones favoritas—; y Mercedes Vargas la mira a los ojos, desde el escenario, y con gesto de calma le dice: «Todavía», y comienza a cantar.
La vocalista de Némesis echa mano de alaridos no aptos para oídos enclenques, y arropada por unos harapos que la dotan de apariencia espectral, interpreta «Tyrant» y «Voice of Sorrow», con la seguridad que solo el tiempo y el fogueo en escena logran consolidar. Hace años, ella también era la niña que pedía canciones desde el público e intentaba imitar los registros vocales del cantante extremo de turno.
Hoy, es a ella a quien imitan, a quien adoran, a quien piden una vez más, por favor, «¡Dark Wings! ¡Dark Wings!». Y Mercedes, que siente cómo la atmósfera del Lago de los Cisnes penetra en su interior, fija la mirada en la chica que una vez fue y libera un desgarro vocal en la versión metalera de Chaikovski. Abajo, en primera fila, a la niña que sonríe le roban una foto.