
Bajo un sol impío atravesé la avenida desarbolada, me perdí entre casitas bajas y a esa hora del mediodía no había nadie en la calle para preguntarle. Santa Clara adolece de buenas sombras pero va sobrada de la simpatía de la gente. Una voz masculina surgió de algún lugar que no logré ubicar y me indicó: “En la próxima cuadra a la derecha.” Llegué a la casa de Javier Leiva y después de un buen abrazo y algunas reseñas acerca de la vida que estamos llevando le pedí que me contara acerca de él.
Nos sentamos en la cocina y mientras Belkis preparaba un almuerzo riquísimo, Javier “el Copia” empezó a contarme el camino que recorrió entregado de la manera más peculiar al rock and roll.
«Yo tenía once años cuando descubrí el rock, mi papá era músico y le gustaba el género. Tuve la suerte de ser una de las cinco personas en toda Santa Clara que durante su niñez tenía FM . Como cogíamos las señales de afuera eso implicó que la casa estuviera marcada como una casa con diversionismo ideológico. Voy a cumplir sesenta años y soy dichoso porque viví la mejor época del rock. Mi primera banda fue Rush y después Dream Theater… No podía ser de otra manera».
«En aquellos momentos la información era nula. Lo que el oído te contaba era lo que teníamos y cada cual lo interpretaba como podía. Por ejemplo Barry Manilow era conocido como Barri Manolo. A mí me empezó a picar el bichito de tener información acerca de las bandas que estaba oyendo, cómo se pronunciaban y escribían sus nombres y, sobre todo, traducir al español sus biografías».
«Lo único que entraba al centro eran las revistas mexicanas Rock Pop, Conecte y la revista Sonido pero a La Habana entraban más, así que yo me iba y copiaba a mano revistas completas. Yo fui a copiar hasta a Pinar del Río. Tenía correspondencia con rockeros de muchas partes del país, pero cuando la información pasa de mano en mano puede haber un error y ya no es fidedigna. Así que (fíjate si soy quisquilloso) que yo marcaba con lápiz lo que no era oficial para distinguirlo de lo que era información comprobada».
«Un día en una fiesta de rockeros en La Habana veo que aquello era a golpe de tocadiscos ¡Ave María qué es esto! Led Zeppelin, Kansas, Iron Maiden. Saqué mi libreta y le dije al dueño: ¿Usted se pone bravo si yo cojo esos discos que están ahí y empiezo a copiar? Y mientras la gente estaba en su pachanga yo copiaba todo. Ellos me decían: Javier compadre, tú eres increíble”.

«Empecé a hacer afinidad con rockeros de La Habana y tuve amigos muy buenos. Conocí a Roberto Vélez e incluso llegué a conocer a Joaquín Borges-Triana, Humberto Manduley, Juanito Camacho. Como aquí en Santa Clara no habían revistas yo hice mi parte. Empecé con una newsletters de dos o tres hojitas escritas a máquina hasta que pasado el tiempo empecé a hacer dos fanzines pero tuvieron muy pocas tiradas. Lo que sí hice fue colaborar en una buena cantidad de ellos y ahora colaboro con Instinto Básico y tengo una columna que se llama Vibraciones Rockosas. Me he pasado la vida copiando y eso me ha dado habilidades y mucho conocimiento, porque imagínate copié en los 60, los 70, los 80, los 90 y el milenio».
Javier me cuenta que ha tocado en más de veinte bandas y en estos momentos toca en Bluespirit y FireRain. Cuando menciona esta última se lleva la mano derecha al corazón. Es una banda de hard rock/heavy metal y hacen temas propios.
«Una de las personas a las que mucho tengo que agradecer es a Jorge Luis Hoyos, el Satan. Él apoyó la escena en el interior del país. Hacía unas peñas en Sancti Spíritus donde yo tocaba y gracias a él pude trascender y tocar más lejos. Toqué en el patio de María, toqué con Medium y con Eskoria (con quienes estuve diez años, justo la época en la que salieron los clásicos de la banda). William Fabián en un fin de semana hacía tres temas con un swing y una calidad que yo decía… ¿de dónde salió este tipo? Me gustaba porque me dio toda la libertad para que yo hiciera lo que quisiera en la batería. Por otra parte el Satan llevaba revistas que luego yo copiaba. Sentado en el teatro con aquella mala iluminación que tienen los teatros, copiaba y copiaba mientras la gente me decía: vamos, Copia, termina, y yo copiando sin parar. Quería beberme aquello. El Satan además, a veces me regalaba alguna revista. Eso para mí era algo grande porque esas no las tenía que copiar».
«Este es un trabajo enciclopédico. No solo es copiar banda por banda; yo también llevo la cronología de cada músico. Te voy a decir una cosa que no me vas a creer pero yo no miento, soñaba con que existiera algo como lo que existe ahora y pensaba: Si uno pudiera copiar y pegar… He perdido mucha información valiosa, muchos papeles se me han mojado, así que armé mi computadora por pedazos y en el tiempo que tengo voy tecleando para pasar toda esa información a digital. Sé que la vida no me alcanzará para teclear todo esto. He logrado hasta el momento pasar alrededor de veinte mil bandas. Tengo un sueño: hacer una enciclopedia digital del rock en español. También bajo (descargo) mucha música. Antes iba a La Habana a grabar cassettes, ahora bajo lo que quiero desde internet. Tampoco me alcanzará la vida para escuchar toda la música que tengo».
«Vivir en Cuba es un freno para mis sueños», me dice. «Pero como todo tiene su contraparte justamente vivir en Cuba hizo que yo me metiera en esta locura, queriendo obtener a toda costa la información que aquí no llegaba. Si yo me presento con todos estos papeles a los Récord Guinness…».
En la casa del Copia la palabra sueño es una constante. Escuchándolo hablar pensé que las cosas que no hacemos es porque nos gana el abandono o quizás el miedo. El miedo a caer al vacío, el miedo a que nos vean como somos y lo que sale de nuestro interior. También pensé en la pasión, ese motor que nos hace dar grandes saltos en la vida, lo mismo para atravesar el océano por amor que para copiar a mano la historia del rock. Javier “el Copia”, desde muy joven, solo necesitó un lápiz para trazar su camino de sueños. Los plasmó en papeles que el tiempo ha ido convirtiendo en tesoros no solo por su valor como documento, sino porque en cada trazo está el esfuerzo de un hombre y su pasión dibujada en el pentagrama de lo bello.
«Hay dos clases de hombres: quienes hacen la historia y quienes la padecen», me dijo el Copia cuando le pedí una frase.