
Dice Juanelo que eso de la luz al final del túnel es verdad. A sus 22 años, su energía y otras sustancias lo llevaron a subir a un alero para hablar con una muchacha a través de una ventana. Estaba agarrado a una de las lamas cuando sintió que alguien le separaba los dedos. Juanelo cayó desde un cuarto piso al imbatible cemento.
«Después del accidente estuve una semana en coma. Primero todo estaba oscuro, era un túnel y al final se veía una luz muy pequeña. Yo caminaba por esa oscuridad tratando de alcanzarla. A medida que caminaba hacia ella, la luz se hacía más grande; hasta que finalmente me envolvió y en ese momento abrí los ojos. Volví».
«Yo tengo un guerrero indio que me acompaña, creo que el alma que reencarnó en mí debe haber sido la de Jim Morrison, que cuando se murió dijo: voy para Juanelo, el de Cuba«. Su comentario, por supuesto, trae al “Rey Lagarto” y los indios muertos en la carretera.

A los catorce años ya escuchaba rock, y a esa edad tuvo su primera dormilona y su primer pantalón friki. En aquella época, para que el pantalón quedara bien estrecho, se cosía encima de aquellos cuerpos frikis. Me cuenta que iban a Bacuranao, la playa de los rockeros, pero no se metían al mar porque no podían quitarse el pantalón a menos que una de las muchachas llevara aguja e hilo para después volver a coserlos.
«Yo he hecho de todo en esta vida, tengo anécdotas para hacer un libro. Nosotros éramos muchos, un grupo grande de frikis, nos reuníamos en “la catorce”, en Víbora Park, para irnos al Coppelia, pero muchas veces no llegábamos porque quien llegaba era la policía que cargaba con nosotros para la estación. A mí nada me ha detenido, ni antes ni después del accidente. Así, en sillón de ruedas, yo he ido a festivales hasta en Santiago de Cuba. A la piscina del parque Lenin nos íbamos todo el grupo, yo siempre quería tirarme desde lo más alto del trampolín, así que mis amigos me subían entre dos y me lanzaban».
Juanelo pintó en su cuarto, donde también tiene su estudio de tattoo, un mural. Las cerdas del pincel las hizo con su pelo y es que todo lo que sale de Juanelo parece ser así. Me asomo a su universo concreción de lo friki. Él es una acumulación de partículas de libertad personal y en este caso no hay espacios vacíos, ni una grieta por donde pueda colarse lo ordinario, lo establecido.
Dice Juanelo que él ha caminado más que uno que camina. Al escuchar esto no pude evitar imaginarlo transitando por aquel túnel e intentando alcanzar la luz. Creo que él ha sido fiel a esa luz, al indio que le dio la fuerza para llegar hasta ella, el alma de Jim Morrison; pero sobre todo, a la persona que él es.
Cuando le pedí una frase, me dijo: «Puedes ver el demonio en mí».
*La crónica y foto principal forman parte de la exposición y serie fotográfica Light my Fire, que rescata los rostros e historias de los frikis cubanos