Llegué a las nueve de la mañana , todavía tenía fresco el espectáculo que vi desde la ventanilla de la guagua: la campiña cubana amaneciendo. Holguín me recibió con un sol de enero que caía tenue sobre la ciudad. Había quedado con Alex la Mole en vernos para hacerle fotos y para que me presentara a algunos rockeros… a frikis.
Para empezar a escribir acerca del día que Omar Vega (Subtle Death) me llevó a casa de Luis “el Kiss” necesito de los recuerdos que me ayudan a reconstruir ese momento y esos recuerdos me hacen entender que pronto quiero dedicar a esa ciudad y a las personas que allí conocí, un espacio más amplio, como el que ocupan en mi cariño y en mi agradecimiento.
En la casa de Luis “el Kiss” había apagón (como casi siempre que hablamos). La pequeña sala estaba iluminada por la luz del sol que entraba por una ventana.
Cuando puse mis ojos en aquel lugar, me pareció estar asomada a un cofre lleno de riquezas con un envoltorio humilde. Imágenes religiosas por todas partes, desde un Sagrado Corazón hasta elementos de la religión africana y una mujer que en el pequeño portal de la casa estaba siendo consultada por Luis, quien a su vez llevaba puesto un t-shirt de la banda estadounidense de rock, KISS.
Me cuenta Luis que cuando tenía nueve o diez años, en un viaje que hizo con su mamá a La Habana, vio en un portal a unos «pelúos» oyendo una música rara en una grabadora rusa: «¿Te gusta esto, fiñe?», le preguntaron los rockeros, y a la interrogante de Luis le respondieron: «Eso es rock».
“Yo no entendía nada de esa bulla pero me llamaba la atención, y ellos empezaron a mencionarme bandas que ni me acuerdo, pero seguro fueron Deep Purple, Led Zeppelin…”. Unos años después de ese suceso y como si aquella “bulla” se hubiera quedado reverberando en su destino, Luis escuchó por primera vez “Escaleras al cielo”, y le gustó tanto que empezó a documentarse con fotos, casetes y conciertos en La Habana.
Me cuenta que iban a festivales en Santa Clara, conciertos en Alamar y que se reunían en el Yara. «Más de una vez la policía cargó con nosotros en unos carros que eran como jaulas», me dijo. «A los rockeros, los policías nos odiaban. Decían que éramos antisociales. Había uno que me tenía la vida hecha un yogur, y cada vez que me veía me pedía el carnet de identidad. Al final, explotó por corrupto».
«Aquí en Holguín nos sentábamos en el parque Calixto García, en el banco de los rockeros, y conectábamos las grabadoras al poste de la luz para oír música. Mi mejor época fue la vida en la frikandá, lejos de lo material. Aunque eso sí, siempre cuidé mucho mi imagen. Íbamos al campismo con botas rusas, los t-shirts anchos y los pantalones tubos deshilachados con un peine. Usábamos las mochilas de las caretas antigás y las llenábamos de tachuelas y banderas de Inglaterra, y eso trajo buenas broncas con los boinas rojas. Yo todavía me visto así».
«A la banda KISS, en cuanto la conocí, me gustaron su música y su escena. Un amigo me hizo una videollamada para que los viera en su última actuación, y es que los seguí siempre y nunca los pude ver. Me gustan mucho también Barón Rojo, Ángeles del Infierno y la canción ‘Al otro lado del silencio'».
«Yo vengo de raza de gente religiosa pero en esa época yo no creía en nada. En el espacio de mi cuarto no se creía en nada. Un día paso por casa de un santero del barrio y estaban ofreciéndole un tambor a Changó. Se me empezaron a acalambrar los pies y algo me hablaba por dentro, tuve miedo . Me desmayé y se me montó el santo a mí, que lo que tenía en la cabeza era gozar viviendo libre, sin compromisos».
«Al tiempo de aquello empezó a venirme la inspiración y fue que empecé a consagrarme. A mí los santos me quieren de gratis como yo a ellos. Yo soy un guerrero de la luz y ayudo a las personas».
Luis me habla de sus padres con devoción; y en sus palabras y acciones hacia ellos, sabes que Luis viene de una familia que se articulaba desde el amor.
«Mi faro era mi papá, un hombre honrado, humilde, un revolucionario por convicción que se fue decepcionando. Él me pidió dos cosas: que nunca cayera preso y que no me fuera del país; así que aquí me quedé».
«Cuando lo perdí, empecé a batallar con mi mamá. Para poder salir a luchar y darle lo mejor tenía que dejarla amarrada en la casa, todo lo tuve que hacer yo solo. Ella era un tronco de madre».
Al cuarto de Luis, donde quería hacerle fotos, la luz del sol que entraba por la ventana de la sala apenas lo alcanzaba. Omar Vega iluminó a Luis con la linterna del celular y esa mirada que devela una vida intensa y dura atravesó mi lente y lo rajó.
Cerré los ojos por un instante
Y te veo a ti
Imágenes que no se han borrado
De un pasado feliz
Sueños que nunca llegarán
A hacerse realidad
Tu nombre escrito en una pared
Con el viento hablará
¿Qué hay amigo, al otro lado del silencio?
Canciones que recuerdan lugares
suenan para ti
palabras que nunca he olvidado
y me hacen sentir
¿Qué hay amigo, al otro lado del silencio?
Cuando le pedí una frase Luis «el Kiss» me dijo: «Vive la vida como si fuera el último minuto».
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