
Fotos: Alina Sardiñas. Güira de Melena, febrero de 2019
A la memoria de David «el Ozzy» en el cuarto año de su muerte
Una noche en el Maxim Rock lo vi. No lo conocía, así que pedí me lo presentaran. Le decían David “el Ozzy”, porque era fanático de Ozzy Osbourne. Después de los prolegómenos nos sentamos en el eterno quicio a la entrada del Maxim y le conté de mi proyecto. David estuvo de acuerdo en que le hiciera fotos en su cuarto, me dijo: “No hay lío, pero méteme en la mochila un papel que diga: La fotógrafa va a ir el lunes a mi casa a hacerme unas fotos”. Eso hice: en una caja de cigarros vacía que él mismo me dio, escribí la nota.
El lunes muy temprano me fui para Güira con Alain, mi compañero de travesía en algunos de mis viajes. Como ya me temía, no había rastros de David por todo aquello. Violeta, su mamá, una señora mayor a quien David graciosamente llamaba “Violencia”, nos sugirió que lo buscáramos por el pueblo. Vale aclarar que David no tenía celular porque no le gustaban. Dos días después, tras complicadas estrategias para intentar comunicarme con él, logré hacerle fotos en su cuarto friki. Violeta preparó un almuerzo de desagravio y me pidió que le hiciera una foto con su nieta.
Yo pensé que la nieta llegaría en algún momento pero Violeta, después de elegir con mucho cuidado la ropa más bonita para la foto se paró al lado de un retrato pintado de la joven y posó para mí. No pude evitar establecer una analogía entre aquel gesto y la relación de su hijo con los posters que también han rodeado la vida de Violeta.
Unos meses después de aquel día, a David le diagnosticaron un carcinoma muy agresivo.
En la frikandá encuentras verdaderos hermanos de vida y “el Ozzy” tuvo a sus amigos Roberto y Siurad, quienes lo cuidaron durante los meses de su enfermedad hasta que el 3 de diciembre , el mismo día del cumpleaños de su ídolo, y probablemente escuchando la música de El Príncipe de las Tinieblas, David Carrero, con ese acto performático, puso fin a la vida en su cuarto en Güira de Melena.

Cada uno tiene una relación particular con la muerte, aunque creo existe un punto en el que coincidimos casi todos: el miedo. Cuando hablé con él días antes de su muerte vi cómo se movía con naturalidad por esa idea, como si de la muerte se regresara. Daba la sensación de que no había para él una línea que partiera en dos ese horizonte. Me dijo: “Mi hermana, como me gustaría ver esa exposición. Tienes que hacerla y ojalá pueda ir. De lo contrario, la veré desde allá arriba”. No había drama, no buscaba la compasión. Estaba siendo genuino. Estaba siendo un friki.
«Que vivan los pobres, duro con los ricos».
*La crónica y foto principal forman parte de la exposición y serie fotográfica Light my Fire, que rescata los rostros e historias de los frikis cubanos