
Fotos: Alina Sardiñas. Bauta, agosto de 2019
Los vi atravesar la callejuela que desemboca en La Madriguera, era noche de metal. T-shirt, manillas con pinchos, botas definitivas; por supuesto, guitarras distorsionadas y voces guturales también serían el sedimento que formaría el delta de la noche friki.
Dos veces estuve cerca y las dos retrocedí. Roberto impone; al final me decidí y los abordé. Ella, Siurad, con su sonrisa grandísima y esa personalidad sin barreras, me allanó el camino. Un tiempo después estaba en Bauta, en el cuarto de Siurad y Roberto, haciéndoles fotos para mi proyecto.
Cuando llegué, Roberto estaba en su taller cogiendo el ponche a una bicicleta. Me recibió con su rostro cerrado aunque debo aclarar que no te hace sentir incómoda y a su manera te da la bienvenida a su casa. De todas modos, saqué mi cajita de ardides para seleccionar el más efectivo cuando intento colarme en alguien pero no funcionó. Me pregunté cómo iba a mover aquel escudo hasta el sensor de mi cámara, enseguida la respuesta se paró delante de mí: Siurad. Ella y yo hablamos mucho esa mañana, sobre todo de nuestro universo afectivo, en particular de nuestros padres. Y hablamos de amor y del suyo, del que ella siente por Roberto.
Roberto tiene cincuenta años y desde los dieciséis empezó a escuchar rock a través de su hermano de quien además heredó a un gran amigo, David “Ozzy” a quien dediqué el post anterior.

Su comienzo fue con Metallica, cuando los californianos descargaron sobre él todo el heavy. Por ser diferente en sus gustos y en la manera de pensar, fue un incomprendido. En etapas muy complejas de su vida el espíritu del rock lo acompañó; me dijo que lo lleva en la sangre. Cuando escuchas a Roberto decir esto te das cuenta que no es una frase hecha, que además del plasma, glóbulos y plaquetas, su sangre contiene rock and roll. Siurad lo define como «un friki radical».
El apellido de Siurad es Bosque y creo que no pudo encontrarse uno mejor, porque ella es una persona que se desborda por todas partes. Se deshace en atenciones te conozca o no, te da aunque no tenga mucho y se emociona cuando habla de sus personas queridas. Siempre le ha gustado romper esquemas y me habla de su gusto por los hombres con pelo largo y vestimenta friki. «Pero los de verdad, no los frikis de temporada, como le dice Roberto a los que lo hacen sólo por moda».
«Mi abuelo fue mi inspiración, el día de tu exposición yo me paré delante de tu tocadiscos radiotécnica cerré los ojos y pude retroceder treinta años. Mi abuelo tenía uno y en su radiotécnica yo conocí a Schubert, a Chopin, a Mozart. Conocí a Gillespie, a Louis Armstrong también a la Gorda Fredy y a Vicentico Valdés… pero conocí a Pink Floyd, a Los Beatles, a Led Zeppelin«.
«Tenía entre ocho o nueve años un día que entré al cuarto donde mi abuelo escuchaba música y lo veo examinando una placa. Del tocadiscos empezó a salir la voz de un Mick Jagger fusionando sonidos latinos en un tema que se llama Sympathy for the Devil. Le pregunté: Abuelo, ¿quiénes son esos? Me dijo que era un grupo inglés, The Rolling Stones, que significaba piedras rodantes. Cuando le pregunté si ellos vendrían alguna vez a Cuba para ir a verlos me respondió: Tú los vas a ver, yo no«.
«Aquel 25 de marzo de 2016, al lado de Roberto y delante de esas bestialidades, yo decía: Dios mío, si yo hubiera tenido a Fernando, lo hubiera traído aunque fuera en sillón de ruedas. Y es que mi abuelo fue mi inspiración, él fue el primer friki del que yo me enamoré».
En este punto, ya Siurad estaba llorando. «Ser rockeros nos ha hecho más humanos».
*La crónica y foto principal forman parte de la exposición y serie fotográfica Light my Fire, que rescata los rostros e historias de los frikis cubanos