De todas las cosas raras que pude imaginar que vería durante la noche de disfraces en el Maxim, una colega en bata de casa y con una felpa rosada, definitivamente no estaba en la lista. Donde sí estaba era en el escenario, y ese colega, que se tira en el piso como enfermo mental y thrashea como si al día siguiente no fuera a sentir dolor, se llama Raúl Roque, y es cantante en Through The Glass.
Los pocos frikis que llegan temprano a la sala de conciertos no parecen hacerle mucho swing, pero el piquete dirigido por Rogelio tiene un as bajo la manga.
Su versión de «Sábanas Blancas» es el gancho con que pescan a los despistados, a los del fondo, a los que miran de lejos todavía. «Palabras necesarias» le sigue y con ella, se unen unos cuantos más. «¡Aplauso’, caballero’, aplauso’!», pide el guitarrista, y la gente, poco a poco, le sigue la rima.
Raúl se tira de nuevo al piso y finge tocar la guitarra de Rogelio, Ariel se roba una copa en el bajo y de repente aparece entre la audiencia. Through The Glass tiene lo suyo y la gente lo dirá luego. Si ellos se lo pasan bien, la gente se lo pasa bien. Si ellos se creen su show, la gente se cree su show. Disfrutar. Sentirlo. Vivirlo. Si de eso no va el rock and roll, con permiso, entrego el carnet…