
Si hay un álbum que, hasta este punto de mi incursión, define lo que me transmite el black metal es el Transilvanian Hunger. La frialdad de sus riffs me transporta directamente al lugar de dónde nunca debió salir el género: ese sonido crudo, básico y estridente es en el que este tipo de música encuentra sus orígenes primigenios.
El raw black metal tiene unos estándares bien definidos, y no cualquiera es capaz de alzar esta bandera con la aceptación de los más adeptos a ese estilo. Mantener el canon estético de cualquier composición que busca defender la pureza del género quizás resulta uno de los retos más grandes para quienes deciden hacer brotar la oscuridad de sus instrumentos musicales.
Darkthrone combina, para mí, lo más alto de todos estos valores. No solo por su música, sino también debido a su actitud respecto a lo comercial: representa todo para lo que fue creada la música extrema. Mientras, sigo sumergiendo mi brazo en estas aguas oscuras y frías.