Steel Brain tiene en La Habana una especie de embrujo o maldición al tocar: casi siempre termina antes de tiempo, y casi nunca cuando quiere. Puede ser por un conector defectuoso, un equipo roto, un fallo eléctrico. O puede ser porque su público se caliente, se ponga violento y alguien se alarme y les diga que ya, que van a romper un asiento, o una cabeza, o una cabeza contra un asiento.
Y Steel Brain se cruzará de brazos, resoplará de nuevo y bajará del escenario, con sus seguidores extrañados y la frustración de muchas veces. Y sin embargo, hay algo en ellos verdaderamente admirable: no dejan de intentarlo.