Para Emilia, la niña despeinada
Reflejo de la Piedra en el Agua hace una de esas músicas que llegan a ti por azar y terminan volviéndose rostros, lugares, recuerdos e incluso olores. Y digo «a ti», en segunda persona, cuando en realidad debería decir «a mí», que descubrí el significado de Reflejo escuchando contigo «Ensueño profundo con un girasol», en una tarde cualquiera de mayo, con el viento salado despeinándonos y la mar de Cojímar en los pies.
Ahora que lo pienso, quizá también soy pretencioso al decir que «descubrí el significado». Porque Reflejo de la Piedra en el Agua es un proyecto muy raro, por momentos caótico e impredecible, que te atrapa en una atmósfera de rock orgánico y te hace viajar, desde la canción, por las raíces de un árbol, las voces del viento o el olor de la lluvia, acaso metáforas de la nostalgia, la rebeldía, el amor, el dolor. La Libertad.
Reflejo… me transmite eso. No sé si te pasa lo mismo o si me lo habrás mostrado por eso. Sí sé que te brillan los ojos cuando escuchas las canciones de Al Pie del Árbol, el disco nacido del concierto al que no pudiste llegar.
A mí me duelen, a ratos, la voz de Frank Mitchel y las teclados de Abel Lescay. Cuanto más escucho a Reflejo…, más siento que tienen por decirme, por contarme, por cantarme. Por eso últimamente no los suelto. Por eso escribo estas líneas y pienso, una vez más, en el mar de Cojímar en los pies y el viento con sal que nos despeina. En una tarde no-tan-cualquiera de mayo en la que suena, en bucle, aquel lamento:
Girasol, faro de mi ansiedad,
¿cuándo veré la luz, que viste?
Girasol, solo me quedan pies
para cruzar el mar, y estoy tan triste.