
El billar del bar Doble A, que difícilmente se vacía, es una atracción secundaria durante esta noche de viernes. Sentado en un taburete y vestido de ropa amarilla, un viejo rocker con sombrero es el culpable de robarse la atención y hasta hacer que Ariel, el dueño del local, se sorprenda del panorama.
Porque ese viejo, que tiene más de setenta años, que es tildado de loco y que usa muletas para ayudarse a caminar, se llama Iván Fariñas. Y si uno hace el trabajo de buscar el nombre Iván junto al apellido Fariñas, se encontrará enseguida con otro binomio: Viento Solar, que por casi 50 años ha sido la banda, el trabajo, la carga y la vida misma de ese cuerpo maltratado por el tiempo, que se olvida de dolores, calambres y achaques con el roce de las cuerdas de acero.
Así, en las nueve o diez canciones que dura su inmortalidad, Iván Fariñas le recuerda a los presentes quién es el abuelo del rock cubano, y mientras ruge por primera vez en años los coros de su tema «Gato» o la versión de «Love Me Two Times», el guitarrista de Viento Solar, de Los Halcones y de Musical Power Man, sonríe. Unos días más tarde —siguiendo la tradición de confrontar a los múltiples «enemigos» que conspiran en su contra—, subirá a su Facebook una foto y gritará, como el mito que se siente: «¡Tremenda envidia…!»