Athanai Castro ha sido el asesino de sí mismo. Lo ha hecho con placer. A cada rato vuelve sobre su cuerpo y su obra con ensañamiento porque ya se sabe que el asesino vuelve al lugar del crimen. Pero nunca ha podido completar el hecho con precisión quirúrgica.
Su obra está intacta y su cuerpo se reinventa pese a las heridas, los golpes y la última cerveza en la nevera.
Athanai sí ha destrozado su ego pese a ser dueño de una de las grandes obras de la música cubana contemporánea. Lo ha hecho con placer. Con la fuerza de un camión en reversa. incluso le quita hierro a los artistas a los que ese peso sobre la espalda les impide seguir y explorar en toda su dimensión la vida que es la música.
El mismo no se cree las luces y los reflectores y no le importa demasiado lo que un día fue.
No se detiene a vivir del pasado. Lo suyo es el ahora y el futuro, cualquier cosa que eso sea. Sabe que hizo lo que tenía que hacer en la época que lo exigía. Escribió «Llegó la hora». Compuso canciones durante los 90 y años posteriores que podían haber sido escritas ayer o pasado mañana. Luego se enroló en las filas de la guerra, de la poderosa marcha de los Ofunkillo en España y tocó para grandes audiencias en fatigosas giras.
También vio la vida al revés y aparcó de nuevo el ego para que el rumbo volviera sobre rieles.
Hace unos 15 años volvió a Cuba donde se encontró que parte de su público ya no estaba y sabía que la reinvencion volvía a ser el camino. El único camino. Ofreció varios conciertos antes de que diera a luz en un parto concebido con el Athanai de la primeros años un nuevo concepto musical que en el gremio del rock y la trova ha sido para muchos un sacrilegio.
Aquí volvió el serial killer sobre sí mismo y le dio tres disparos en la sien al ego si quedaba algún rastro por ahí) y comenzó a fusionar rock and roll con reparto. No con ese reparto Gourmet de estadios y tratamiento VIP sino con la esencia del género que se mueve en las profundidades de los barrios y la dureza de las periferias.
Descendió a los fondos para aprender de los grandes, diría. En ese tomar de aquí y allá acaba de lanzar «El videito», un tema en que la mezcla de géneros se une de forma natural y el músico echa mano a su experiencia y su potente proyección escénica.
Para no perder el objetivo con que que nació esta anárquica serie recuerdo su último concierto en febrero del 2017 en Casa de las Américas, donde si bien ya tenía el asesino hablándole en la nuca volvió sobre sus discos y sus canciones que lo colocaron como uno de los cantautores de mayor rango en las ligas donde se desempeñe cualquier músico de la isla .
Y ahí está listo para salir al escenario a defender su rock repa (como nombra al género) y cuando decida que ya es la hora de pasar página regresará al lugar del crimen para convertirse de golpe en otro Athanai. A fin de cuentas a Castro le gusta el rock… y el repa.
Mañana ya veremos.
Claro, si existe otro amanecer.
